Psiquiatría clínica

Cuando los menores violan a las menores

Desgraciadamente cada vez tenemos más información sobre casos de violación a niñas menores realizadas por agresores que también son menores, algunos de ellos de edad inferior a los 14 años, y por lo tanto inimputables. Es decir, no se les puede ni investigar, ni castigar, ni adoptar medidas de reeducación por los hechos cometidos. Así de claro y de duro.

En cambio, esos mismos menores pueden decidir su cambio de sexo sin contar con ninguna autorización ni familiar ni legal; pueden operarse de cirugía satisfactiva (estética) implantándose unas mamas o modificando su rostro; pueden abortar o interrumpir el embarazo; incluso se les enseña a masturbarse como si se tratara de un acto de especial complejidad y trascendencia, y se les anima a ser libres, muy, pero que muy libres.

Lo que estamos viendo, y, sufriendo, es la actitud indecente, aberrante e incongruente de unos gestores políticos que han caído en el despropósito y que pretenden no solo controlar nuestra vida, sino algo peor y más dañino, que sea el propio ciudadano quién se autocensure y que tenga miedo a expresar públicamente sus opiniones.

Las agresiones sexuales de las menores ejecutadas por los menores serían parcialmente explicables desde la óptica psiquiátrica por los cambios psicosociales que estamos sufriendo (lo importante versus lo impactante), y por una educación familiar y académica inadecuada, e incluso hasta perversa. Entre los factores causales de este triste fenómeno cada vez as frecuente, podemos citar los siguientes matices:

1.- Consumo de Pornografía por menores

Los menores tienen hoy a su alcance todo tipo de material para informarse tanto de lo positivo y saludable, como también de lo negativo, al transitar por las redes sociales (internet profundo) videos, audios, comentarios, libros, etc. de lo más variopinto llegando a veces a lo pseudodelictivo, cogiendo a muchos padres a contra pie y sin la información ni formación suficiente para contrarrestar el fenómeno que invade a sus hijos.

2.- Consumo de Sustancias tóxicas en menores

El abuso y dependencia de sustancias tóxicas (alcohol, cannabis, anfetaminas, psicodislepticos, cocaína, opiáceos, ansiolíticos y otras), se inicia cada vez más precozmente (cerebro en formación y por lo tanto susceptible a un mayor daño), “inyectando” estas sustancias pensamientos y creencias erróneos (psicosis), con los que va que tener que convivir, a veces, toda su vida adulta, y produciendo un daño orgánico a veces irreparable.

3.- Dificultades de los padres para corregir y educar a los menores de edad

Por un lado, dicha dificultad proviene de la intensa sobrecarga laboral que los progenitores tienen, entre otras cosas, para mantener un nivel de vida medio, por lo que necesitan delegar, en el mejor de los casos, en cuidadores que no siempre son los más adecuados.

Por otro lado, la educación familiar se trunca por las modificaciones legislativas que, en un afán desmedido de protección del menor, permiten llegar a procesar a un padre o madre por corregir a su hijo, por ejemplo, por dejarle sin salir una tarde o quitarle el privilegio que ellos mismo le habían dado, cuando le compraron un “smartphone” de última generación.

Por último, numerosos padres están abatidos por los sentimientos distorsionados de culpabilidad, que les conducen a tolerar lo intolerable a sus hijos y a sentirse culpables de ser rectos, tener una moral clara y ejercer unas actitudes de organización mínima sobre la familia, que es cuestionada por el menor, a veces no solo con palabras, sino incluso con obras (maltrato del menor a sus padres y los hijos dictadores).

4.- Identidad sexual y disforia de género en menores

Este aspecto es nuevo y aparece de forma masiva cuando se permite (e incluso se estimula) a que el menor pueda cambiar de sexo con la simple manifestación de creer en ese momento y tres meses después, que es un transexual, sin intervención de padres ni de profesionales de ningún tipo. Todo ello está generando ya un incremento de consultas médicas cuando las cosas no andan bien, y el menor resuelve retroceder el camino andado. Muchas de estas decisiones de cambio de sexo no son tal, sino una forma de expresión de la rebeldía y de la nebulosa ideológica y emocional que existe habitualmente en la preadolescencia y adolescencia.

5.- Distorsión cognitiva creada por los personajes públicos

Esta situación es muy frecuente y se produce esencialmente cuando hay mensajes contradictorios y, para cierto tipo de conductas, al adolescente lo trasformamos “artificialmente” en adulto sin que lo sea, e intentamos reconducir o interrumpir su maduración biológica, con fines a veces abyectos, como pueden ser intereses políticos torticeros, pingues ganancias influyendo en menores inmaduros en las redes, organizando talleres y aulas de pseudoformación, etc. La biología acaba imponiendo sus reglas y el precio que hay que pagar es la enfermedad mental.

6.- Ley del Menor (menor 14 años inimputables), fin educacional, no punitivo.

Otro punto que merece una reflexión más sosegada es la llamada Ley del Menor, en vigor desde hace años. Esta ley, controvertida desde su aprobación y puesta en marcha, y aunque su objetivo es teóricamente muy saludable al primar la educación sobre el castigo, la aplicación práctica de la norma conduce a casos de impunidad de menores no deseables. Menores que, al menos, deberían recibir “toques” educacionales, para ayudarles en su maduración emocional y a entender e interiorizar algo tan elemental como que su libertad termina donde comienza la de otra persona.

7.- La hipocresía social y política

En el último caso de violación grupal del que hemos tenido noticia, la víctima ha sido una niña guineana de 11 años, que una vez agredida va a pedir ayuda (un miembro encargado de seguridad de una tienda) y no se la cree, que su violación se airea en “las redes sociales” y que los autores, al ser menores recibirán en el peor de los casos un estirón de orejas y un internamiento de unos meses en centros de educación especial.

El panorama sociopolítico que tenemos favorece la inmadurez colectiva, la docilidad extrema y la autocensura. Cuando el individuo no solo no protesta, sino que se autocensura para no ser políticamente incorrecto, se ha conseguido la anulación y aniquilación de libertad de expresión. Ya no hacen falta leyes ni normas, el propio sujeto se autolimita (autocensura). ¡Como recuerda todo esto el “Mundo Feliz” de A Huxley!

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José Carlos Fuertes

Doctor en Medicina Especialista en Psiquiatría. Profesor Extraordinario de la Universidad de Zaragoza.

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José Carlos Fuertes