Según los expertos, las adicciones comportamentales se producen por una pérdida de la capacidad de autocontrol, lo que conlleva comportamientos “imprudentes”, es decir que llegan a ser inapropiados o peligrosos, cuando se practican con más asiduidad de lo debido, o se les dedica más energía o dinero de lo apropiado.
Como puede comprenderse, las posibilidades de adicciones sin drogas son casi infinitas, sin embargo, sólo algunas se han considerado como verdaderos trastornos o “enfermedades”.
En primer lugar, están las adicciones de alimentos o sustancias. Por ejemplo, hay personas «enganchadas» a los dulces, a los lácteos, al chocolate, o a los frutos secos, lo cual se ha achacado a sus efectos químicos, ya que tienen propiedades antidepresivas, tranquilizantes o favorecedoras del sueño, o bien a una forma de “quitarse los nervios” visitando la nevera.
También existe la necesidad incontrolada de ingerir cualquier tipo de sustancias no alimenticias, que pueden incluso suponer un riesgo para la salud. Por ejemplo, papel, ropa, pintura, hojas, cal, metales, heces (coprofagia), orina (urofagia), tierra, arena (geofagia), o hielo.
Otro tipo de adicciones se producen a un tipo conductas, como, por ejemplo, al sexo.
En este caso, una conducta agradable y apetecible como es la sexualidad se convierte en una necesidad imperiosa de practicar actividad sexual con “quien sea y como sea”, lo que tiende e repetirse de forma mecánica a pesar de resultar poco o nada satisfactoria. Los afectados se ven esclavizados por este tipo de comportamiento a pesar de los riesgos que conlleva.
Cuando el período de abstinencia sexual se prolonga por alguna razón se produce irritabilidad, ansiedad, náuseas, insomnio, temblores, cefaleas, inquietud… que ceden tras la administración de una nueva «dosis» de sexo.
Es más frecuente en los varones, y la personalidad de los afectados suele estar alterada, predominando los rasgos impulsivos con deficiente autocontrol, la inseguridad y el sentimiento de vacío existencial. El deterioro y peligros que origina este tipo de comportamiento son graves y afectan al terreno familiar, social o laboral.
Otra adicción frecuente es la del trabajo.
Las personas afectadas se dedican “en cuerpo y alma” al trabajo, y lo perciben como una necesidad vital a costa de reducir o eliminar la vida familiar, social o personal. No suele existir conciencia de enfermedad y justifican esta dedicación excesiva con múltiples argumentos (convencimiento de ser absolutamente imprescindible para el correcto funcionamiento de la empresa, miedo a quedarse en el paro o a ser mal considerado).
La relación que manifiestan con los compañeros, y fundamentalmente con los subalternos, se vuelve tiránica, autoritaria y agresiva, con una actitud siempre malhumorada. Cuando se encuentran fuera del trabajo (fines de semana o festivos) sufren un verdadero «síndrome de abstinencia», con irritabilidad, sentimientos de vacío, aburrimiento, ansiedad, percepción enlentecida del tiempo, insomnio, y el campo mental está invadido continuamente por preocupaciones repetitivas sobre temas laborales.
La compra compulsiva también es bien conocida, y consiste en una necesidad irresistible de adquirir de forma repetida objetos innecesarios, incluso de elevado precio, lo que puede producir en muchos casos es un deterioro económico importante. La fase preparatoria en este caso consiste en la visualización de escaparates o listas de productos en los supermercados hasta que se ejecuta la fase propia de la compra, asociada a gran sensación de placer. Posteriormente, sin embargo, es común la aparición de autorreproches y un sentimiento de descontrol de impulsos. Es bastante más frecuente en el sexo femenino, y como factores influyentes se han descrito, aparte de una personalidad alterada con rasgos de impulsividad e inmadurez, la presencia constante en la sociedad actual de valores que incitan al consumo. En la mayor parte de los casos los objetos adquiridos mediante compra patológica son destinados para regalar, coleccionar o tirar a la basura, precisamente por su carácter caprichoso momentáneo o innecesario. El tipo de adquisiciones puede variar de unos individuos a otros, y fundamentalmente según el sexo: en las mujeres son frecuentes los relacionados con la moda o el atuendo, la cosmética, las joyas o los productos de droguería, mientras que los varones se inclinan más por los productos de imagen y sonido, informática, accesorios de automóvil o prendas concretas de vestir.
La adicción a la televisión, que consiste en una necesidad imperiosa de ver televisión, con una pérdida de libertad interior para autocontrolarse.
Los más susceptibles son los niños y adolescentes (por la insana costumbre de “entretener” al niño mientras los padres realizan otras actividades), y dentro de los adultos, las amas de casa y los inactivos laboralmente (jubilados y parados).
En la edad infantil, la interferencia en el medio escolar es notable, con disminución de los rendimientos en parte por la escasa dedicación al estudio y en parte por la actitud de pasividad y el descenso de la concentración.
En los adultos esta adicción puede influir en el rendimiento laboral, así como en las relaciones sociales por la tendencia al aislamiento y a la incomunicación.
Por otra parte, poco a poco se desarrolla un estado de apatía y pasividad que anula la capacidad de una correcta crítica. Las pequeñas contrariedades o frustraciones pueden poner al teleadicto fuera de sí y originar una reacción agresiva o antisocial.
Otro problema son los videojuegos, aunque hay controversias a la hora de considerar la potencialidad de los videojuegos de crear adicción. Como toda actividad agradable puede desencadenar una forma de empleo excesiva o abusiva, con síndromes de abstinencia cuando no es posible jugar, con rabietas, reacciones de agresividad, e interferencia sociofamiliar y de los rendimientos escolares.
Es más frecuente en niños que pasan gran parte de tiempo solos o con unos rasgos de personalidad anómalos.
Hay muchas otras adicciones “electrónicas” como la radio, el teléfono, los móviles o el Internet, últimamente se está dando mucha importancia a la influencia de este instrumento de comunicación sobre nuestras vidas por lo que supone de mejora de actividades profesionales, comunicación, formación, etc. pero se sabe que puede llegar a originar adicción.
El uso de abusivo y adictivo de Internet es semejante a las otras descritas. Existe un impulso irrefrenable a conectarse a la red, con sensación de placer y bienestar mientras se usa acompañada de aislamiento del entorno y estado de conciencia alterada, y de abstinencia cuando por alguna razón no puede utilizarse.
Las posibilidades de interferencia en las relaciones familiares, sociales, laborales y económicas pueden ser graves.
¿Se puede hacer algo para resolver estas adicciones?
Pues si, el tratamiento y la prevención son posibles, y pasan por la identificación del problema, la consideración del mismo como una enfermedad y no como un vicio, y la remisión de los casos a los dispositivos especializados en su manejo y tratamiento.
Los métodos empleados deben incluir medidas psicológicas, medidas farmacológicas y cambios o adaptaciones sociales.