La característica esencial de este trastorno es la eyaculación persistente o recurrente que se presenta en respuesta a una estimulación sexual mínima o la que se da antes, durante o poco después de la penetración, y antes que la persona lo desee (Criterio A). El clínico debe tomar en cuenta los factores que influyen en la duración de la fase de excitación, tales como la edad, la novedad de la pareja sexual o de la situación y la frecuencia de la actividad sexual. Los criterios B y C son los ya señalados a propósito de otros trastornos.
La eyaculación precoz es la más frecuente de las disfunciones sexuales, estimándose que entre un 20 y 30% de los adultos la presentan. No se conoce la causa de la eyaculación precoz. Se asume que el control de la eyaculación es una conducta aprendida, que ésta ocurre en el momento en que el individuo se inicia en la masturbación, época en que la eyaculación ocurre más a menudo con rapidez y en la intimidad, y que este patrón aprendido se refuerza con las primeras experiencias sexuales, siendo luego difícil de alterar. Ella es fuente de dificultades en la relación de pareja. La compañera, inicialmente comprensiva, puede devenir rechazante, sintiéndose frustrada en su acceso al orgasmo. Por su lado, el marido se siente culpable y se exige a sí mismo controlar su eyaculación, sin éxito, lo que puede conducirlo a establecer una pauta de evitación sexual.
Las causas psicológicas son la regla. Los pacientes con esta disfunción no logran percibir las sensaciones eróticas premonitorias del orgasmo. A menudo se concentran obsesivamente en el intento de controlarse, lo que los torna ansiosos, estado que interfiere con la capacidad de aprendizaje del control voluntario. En otros casos, la disfunción se relaciona con dificultades psíquicas más profundas o con serios conflictos conyugales. A pesar de todo, el 90% de los pacientes se cura mediante la sexoterapia.