La bulimia, al contrario que la anorexia, es un trastorno de la conducta alimentaria que conlleva la pérdida del control ante la ingesta, lo que lleva a las pacientes a “pegarse” verdaderos atracones de gran cantidad de alimentos en muy poco tiempo, acompañados de una sensación de no poder parar de comer.
Como consecuencia de ello sufren sentimientos de culpa que intentan compensar provocándose el vómito para no ganar peso, a pesar de lo cual, la afectadas suelen ganar bastantes kilos, lo que a su vez les crea preocupaciones excesivas por su imagen, intentos de restringir la ingesta, y a nuevas pérdidas de control con nuevos atracones, entrando en un círculo imparable de “atracones – vómitos”, del que les resulta imposible salir.
1.Bulimia nerviosa Tipo purgativo: durante el episodio de bulimia nerviosa, el individuo se provoca regularmente el vómito o uso de laxantes, diuréticos o enemas.
2.Bulimia nerviosa Tipo no purgativo: durante el episodio de bulimia nerviosa, el individuo emplea otras conductas compensatorias inapropiadas, como el ayuno o el ejercicio intenso, pero no recurre regularmente a provocarse el vómito ni usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso.
En la actualidad, ambos trastornos constituyen uno de los problemas sanitarios de mayor importancia social. Sin embargo, hay bastante acuerdo en los medios científicos en considerarlos más como un problema público, como una alarma social, que, como un grave problema de salud, ya que la incidencia y prevalencia depende en gran medida del nivel de sensibilidad social y sanitaria hacia la cuestión, y en cierto modo son “enfermedades de moda”. Tal vez por eso hay una gran sensibilidad ciudadana por el problema, dado que los casos detectados y tratados son muchos, y las repercusiones familiares y personales son graves y de larga duración.
Para entender bien que son y que implica esta aparente “epidemia” de anorexias y bulimias, y para realizar una correcta atención sanitaria, podemos orientar la cuestión de diversas maneras.
Primero, como un problema de moda, en cuyo caso los sociólogos, políticos y administradores sanitarios deben tener responsabilidades y debemos pedirles cuentas. También podemos orientarlo como un problema psicopatológico, en cuyo caso es la asistencia psiquiátrica la que debe plantear soluciones. Igualmente, podríamos plantearlo como un desorden nutricional, en cuyo caso son los dietólogos y nutricionistas los que deben ser los protagonistas del tratamiento.
En todo caso, debemos tener bien claro que estas enfermedades no son una simple “moda”, y mucho menos no son simples consecuencias de las “modas” y modos estéticos imperantes, de la delgadez que imponen los modistos y publicistas, o las televisiones y las “top models”. Es erróneo creer que la culpa de todo la tiene la “tele”, y que la solución es prohibir las tallas pequeñas. Así lo único que conseguirá es no entender nada, perpetuar el problema y no dar en la diana de las soluciones.
Nuestra opinión es que estamos ante graves trastornos de autocontrol, que se reflejan en la conducta alimentaria, como podrían reflejarse en muchas otras y que detrás de ellas siempre se ocultan problemas de personalidad, conflictos familiares, problemas educacionales, alteraciones biológicas cerebrales, factores hereditarios y, también – pero no sólo – problemas sociales y culturales. Por lo tanto, parece claro que las soluciones no hay que buscarlas en la televisión o en los políticos.
Se trata de enfermedades de la conducta, y como tales, el eje de la atención debe ser la asistencia psiquiátrica, constituida por psiquiatras, psicólogos, enfermeras y otro personal sanitario, que lógicamente, deben colaborar con nutricionistas y dietólogos, así como con Trabajadores Sociales, etc.
En resumen, la realidad es esta y no cabe achacarle toda la culpa a la “moda” y quedarnos todos con la conciencia muy tranquila, pero con el problema sin resolver. Desde luego las afectadas y sus familias, saben bien que con cambiar de ropa no se resuelve la anorexia ni la bulimia, es mucho mas eficaz modificar la autoestima.