Tratamiento Ambulatorio involuntario (TAI)
Los enfermos mentales graves y en según en que ocasiones NO TIENEN CONCIENCIA DE ENFERMEDAD; es decir no reconocen como un trastorno lo que sí es.
Los tratamientos psicofarmacológicos en la mayoría de los casos son sintomáticos y no etiológicos, por lo que habitualmente son de larga duración cuando no de carácter indefinido.
Al no tener el paciente conciencia de enfermedad, se producen problemas para conseguir una correcta adherencia terapéutica (convencimiento por parte del enfermo de la utilidad del tratamiento), así como del cumplimiento terapéutico (ingesta por el enfermo de la dosis en la forma que se le ha prescrito).
La suspensión (con frecuencia de forma brusca e intempestiva), sobre en todo en los llamados trastornos psicóticos, origina con una certidumbre rayana a cien por cien de una recaída. Ello lleva a su vez a problemas para el enfermo de carácter social, educativo, familiar e incluso legal.
La recaída de la enfermedad, además del sufrimiento en el enfermo y en su entorno, aspecto de capital importancia, origina ingreso en unidades de agudos con la consiguiente “estigmatización” del paciente, familia, amén de un incremento en el gasto sanitario muy importante.
Dadas las características sintomáticas de algunos procesos psicóticos, donde hay ideas delirantes de perjuicio, persecución, celos, grandeza, posesión diabólica, etc. es frecuente que se produzcan alteraciones del orden público, y lesiones a la vida e integridad física, en sentido amplio del término.
Hay múltiples estudios que constatan y verifican que la continuidad del tratamiento psicofarmacológico es el mejor profiláctico de las conductas violentas auto y heteroagresiva, así como la mejor forma de reducir los ingresos en unidades de agudos y de media estancia.