La característica esencial de este trastorno es la ausencia o retraso persistente o recurrente del orgasmo, luego de una fase de excitación sexual normal en el transcurso de una relación sexual que el clínico juzga adecuada en cuanto al tipo, intensidad y duración de la estimulación erótica (Criterio A). Los otros criterios, B y C, son los mismos que hemos mencionado a propósito de otras disfunciones.
Según Kaplan, H., la prevalencia general de este trastorno –también conocido como eyaculación retardada– es del 5% y su incidencia mucho más baja que la de la impotencia o la eyaculación prematura. Para Masters y Johnson, la incidencia de este trastorno fue de 3.8% en un grupo de 447 casos de disfunción sexual. La mayor parte de quienes lo presentan están por debajo de los 50 años. Algunos varones pueden llegar al orgasmo intravaginal luego de un largo período de estimulación no coital, mientras que otros sólo pueden eyacular vía la masturbación. Hay, todavía, quienes únicamente alcanzan el orgasmo en el momento de despertar tras un sueño de contenido erótico.
La disfunción orgásmica masculina puede deberse a causas orgánicas, por ejemplo, una hiperprolactinemia, o una reducción de la sensibilidad cutánea del pene a consecuencia de una afección neurológica (lesiones medulares, neuropatías sensoriales); pero en tales casos el diagnóstico correcto es: trastorno sexual debido a una enfermedad médica. Y si el trastorno fuera causado por la acción de una sustancia –por ejemplo, alcohol, opiáceos, neurolépticos como la tioridazina, o antihipertensivos– entonces el diagnóstico sería: trastorno sexual inducido por sustancias.
Entre las causas psicológicas hay que mencionar la percepción de la sexualidad como pecaminosa y de los genitales como sucios, expresión de una educación represiva, rígida y con prejuicios antisexuales, todo lo cual se traduce en temores inconscientes y sentimientos de culpa que dificultan las relaciones sexuales y las interpersonales. No es infrecuente la incapacidad de abandonarse al placer sexual, una actitud ambivalente –a menudo hostil– hacia la pareja y un gran temor hacia el embarazo. Los casos menos graves mejoran con la sexoterapia.