Psiquiatría clínica

Sumisión química: Caso Pelicot

Dominique Pélicot es un caso que nos vuelve a conmover las entrañas. La crónica negra sigue en un goteo recalcitrante de casos cada vez más terroríficos e incompresibles a la lógica y a la razón.

El acusado, “monsieur Pélicot”, afirma rotundamente que quería a su mujer, que tras 50 años juntos ella era y es el amor de su vida. Sin embargo, y paradójicamente, le venía suministrando somníferos para que él mismo, y además otras decenas de hombres pudieran abusar de ella en múltiples ocasiones, mientras estaba sumida en un estado de seminconsciencia provocado por las drogas que le daba: Sumisión química continuada.

El investigado también ha presumido de ser un buen padre de familia y buen esposo, pero no tuvo el más mínimo reparo en grabar y fotografiar cómo estos individuos (se habla de que han sido unos 80) violaban a su mujer y madre de su hija mientras estaba inconsciente por las sustancias que el mismo le daba de forma oculta.

¿En este contexto y con estas premisas se puede hablar de amor hacia su mujer o es una farsa y un engaño monumental? ¿Estamos ante un desequilibrado mental, o ante un delincuente cercano a la psicopatía más abyecta? ¿Es posible mantener tanto tiempo (unos 10 años) este tipo de conductas delictivas y compaginarlo con una vida “aparentemente” normal?

Desde mi óptica como profesional de la psiquiatría me encuentro perplejo y las dudas aparecen en el intento de hacer un diagnóstico, y sobre todo a la hora de pretender abordar la etiología. ¿Cómo pueden cohabitar en un mismo individuo dos personalidades, dos formas de actuar tan enfrentadas? Probablemente nos falten datos y un estudio longitudinal del suceso. No obstante, ya existen elementos valorativos que han saltado a la opinión pública a través de los medios de información que siguen el suceso.

Por un lado, se viene hablando de una doble personalidad, criterio diagnostico que no está claramente perfilado en los sistemas de clasificación psiquiátrica actuales, siendo más una herencia de las teorías psicoanalíticas que un criterio nosológico aceptado mayoritariamente. Esto es, conviven a la vez Dr. Jekyll y Míster Hyde. Un marido, padre y abuelo normal, junto a un ser narcisista, perverso, manipulador, parafílico y con una «absoluta falta de empatía hacia el otro, en este caso su propia mujer a la que dice querer», hasta el punto de anularla para satisfacer sus pulsiones sexuales.

Se ha repetido que el acusado no solo no niega los hechos realizados, sino que ha llegado a afirmar, al menos eso dicen algunos medios, “que si no hubiera sido detenido seguiría con sus conductas parafílicas, delictivas y perversas”. Todo ello además según los informes forenses, siendo consciente de la ilicitud de su conducta y pudiendo evitarlo al actuar libremente.

En este caso complejo, provocador y repulsivo hay que “mojarse”, como se dice en la calle, y dar un diagnóstico clínico y forense. Estamos ante un Trastorno de la personalidad de tipo mixto (narcisista-paranoide), al que se le asocian varias parafilias o desviaciones sexuales como son fetichismo, voyerismo, exhibicionismo y sadismo.

Es evidente que el placer del procesado estaba por encima de cualquier otra consideración, incluido el amor que podía sentir por su mujer e hija. El imputado presenta una pérdida del “sentido moral”, lo que le lleva a saltar todas las barreras, y a cometer estos actos perversos y a hacerlo de forma premeditada, tomando una serie de cautelas para conseguir materializar su aberrante conducta. Los “invitados” por ejemplo, tenían que entrar disimuladamente, lavarse las manos como si de una operación quirúrgica se tratara, no llevar ningún tipo de perfume para no influyera en la sedación que el previamente había inducido.

El acusado actuaba con una falta absoluta de sentimiento hacia su cónyuge, con un desprecio manifiesto hacia ella. Es una conducta manifiestamente egocéntrica, carente de empatía por la víctima, a la sazón su mujer y compañera de vida durante muchos años. Esta forma de actuar es la que tiene un psicópata, un sujeto amoral, perverso y despiadado.

Cuando en un intento de buscar explicaciones se echa la vista a tras vemos que la familia del acusado es disfuncional con un padre al que el propio Dominique describe como: «violento, celoso, rígido, con el que el diálogo era imposible». Además, también parece ser cierto que cuando era un niño, denunció haber sido violado por un enfermero cuando estaba ingresado en el hospital tras haber sufrido un accidente de coche leve. Situaciones estresantes que pueden influir en la explicación, que no justificación, de su conducta criminal.

Los que le han conocido, y los que han estudiado medicamente su actitud, refieren que tenía idealizada a su mujer, que estaba muy unido a ella. También sabemos que hubo épocas de prodigalidad con gastos por encima de sus posibilidades, teniendo que recurrir a prestamos familiares. Su entorno cercano lo tiene catalogado como una persona mentirosa, intolerante a las críticas, rígido y mordaz con su lenguaje llegando a herir con sus afirmaciones. Esto es, un sujeto dominador y autoritario de la estructura familiar. Por último, se ha sabido que era adicto a la pornografía (explicado por el mismo porque su mujer no aceptaba realizar “algunas” prácticas sexuales).

Hasta ahora la mayoría de los que han estudiado el caso afirman que existe una disociación (trastorno que, en general, permite la existencia de dos identidades, dos realidades que coexistían, dos personalidades antagónicas: por un lado, está el personaje que quiere ser y por el otro el que realmente es.

Dominique no ama realmente a su mujer, aunque si parece tener una fuerte dependencia emocional hacía ella que a su vez satisfacía su narcisismo, aspecto esencial en su equilibrio.
El amor para Dominique podía ser más una dependencia a un entorno familiar que un sentimiento autentico, maduro y libre. Pero todo esto no son otra cosa que interpretaciones psicodinámicas fruto de un inconsciente tenebroso y paradójico. La “verdad judicial” se verá en unos días y tal como están las cosas, es muy probable que acabe en prisión, eso sí, con un tratamiento psicofarmacológico y psicológico para engrilletar sus pulsiones.

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José Carlos

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José Carlos