Resulta difícil establecer la frontera entre lo que es normal y aquello que no lo es, y más hablando de comportamientos humanos en donde la mayoría no tienen un perfil exacto. ¿Qué es normal? ¿Quién es más normal? ¿Quién no tiene todos los días algún rasgo de anormalidad? Por eso la pregunta más inquietante que se puede hacer a un psiquiatra es esa que nos hacemos tantas veces: ¿QUÉ ES LA LOCURA?
Todos tenemos claro que la locura (si es que se puede hablar así, en general de una locura) es una de las peores, sino la peor, desgracia que le pueden afectar a cualquier ser humano. El tema es tan apasionante como complejo, pero vamos evitar las divagaciones y entremos en materia sin más dilación.
La locura es el termino popular, y también peyorativo, que han venido recibiendo algunas de las enfermedades psiquiátricas, fundamentalmente, las que conocemos en terminología médica como psicosis, es decir, enfermedades mentales caracterizadas por la pérdida del juicio correcto de la realidad, existencia de ideas delirantes, alucinaciones, cambios afectivos muy acusados, así como alteraciones en las relaciones interpersonales y en el comportamiento.
Los psicóticos son enfermos que tienen una serie de ideas falsas, con alguna frecuencia también completamente absurdas, pero firmemente ancladas en su psiquismo e irrebatibles por medio de cualquier razonamiento lógico. Por ejemplo, ser perseguido, tener poderes especiales, ser un enviado de otro planeta o ser descendiente de Dios. Estas ideas se llaman delirantes, que significa literalmente “salidas del surco”, son ideas muy intensas y dominan toda la conducta del enfermo, además son irrebatibles. En función de ellas se puede agredir, gritar, aislarse, llorar, ayunar, insultar, incluso, en algunos casos, los menos afortunadamente, se puede llegar hasta matar o morir para obedecerlas, sobre todo cuando van acompañadas de alucinaciones.
Las alucinaciones se definen como percepciones sin nada que percibir. La persona alucinada, percibe sonidos, palabras, visiones, olores, roces, etc. sin que exista nada que las cause. Las alucinaciones psicóticas suelen ser voces o comentarios que el enfermo oye en su interior, o provenientes del exterior, que le hablan o le comentan alguna cosa referente a él, o que le dan órdenes, o le insultan, y que en todo caso le provocan siempre una gran desazón.
Además de las ideas delirantes y de las alucinaciones, las psicosis se caracterizan también por que los pacientes no tienen conciencia de enfermedad. Esto es, no saben o no creen que estén enfermos, como mucho pueden aceptar sentirse algo raros, pero nunca enfermos, y por tanto no buscan ayuda médica, y cuando se les insiste en que acudan al psiquiatra se irritan, encolerizan y a veces proyectan su agresividad en el entorno, y creen ser objeto de persecuciones o perjuicios por parte de la familia, compañeros o de fuerzas misteriosas o inexplicables.
Además de la esquizofrenia existen otras formas de psicosis. A continuación, hemos expuesto, siguiendo los criterios de clasificación internacional DSM-IV, los tipos o variedades de trastornos psicóticos más importantes:
Todas estas formas de psicosis tienen diferente importancia y repercusión sanitaria y social, en función de su frecuencia y la intensidad de los síntomas; no obstante, conviene conocerlos, siquiera superficialmente.
Por lo que respecta al trastorno esquizofreniforme, este es una enfermedad muy similar a la esquizofrenia, siendo casi siempre un diagnostico provisional, ya que tiene los mismos síntomas que aquella, pero no han durado los 6 meses que las clasificaciones actuales exigen como mínimo para hacer dicho diagnóstico. Pasado ese tiempo, si persisten los síntomas, los psiquiatras diagnosticamos directamente esquizofrenia.
En el trastorno esquizoafectivo, como su nombre indica, el paciente tiene sintomatología esquizofrénica (ideas delirantes, alucinaciones…) y también de tipo afectivo, es decir de tipo depresivo (tristeza y apatía) o maníaco (euforia y expansividad).
La psicosis reactiva es un trastorno sintomáticamente también parecido a la esquizofrenia, pero cuya duración no llega al mes y en el que debe existir un factor estresante intenso que desencadena el cuadro clínico. El pronóstico de esta alteración es generalmente mucho más favorable que las formas previas.
El trastorno delirante es lo que clásicamente se ha llamado paranoia, quedando definido por la existencia de ideas delirantes, que en oposición a las de la esquizofrenia, son estructuradas, comprensibles y no extrañas. Es algo más frecuente en el género femenino, su comienzo es tardío (40-50 años) y tienen una gran tendencia a la cronificación.
Por lo que respecta al trastorno psicótico compartido es una alteración caracterizada por la existencia de un sistema delirante que se produce por la relación con otro sujeto que también esta enfermo. En cierta manera se podría hablar de un “contagio” de la enfermedad. El paranoico (nombre clásico con el que se conocía esta enfermedad) va a proyectar sus ideas delirantes sobre un sujeto generalmente inmaduro y lábil emocionalmente que es quien sufre también el trastorno.
Por último, conviene recordar que el consumo de sustancias, tales como ciertos estimulantes (anfetaminas y cocaína) y sobre todo los alucinógenos (LSD) con frecuencia pueden dar lugar a cuadros psicóticos, cuya evolución depende en gran medida del tiempo de consumo, personalidad previa, dosis de la sustancia, etc.
El diagnóstico de todas las psicosis es clínico, es decir hay que entrevistarse con el enfermo y saber captar a través de los síntomas la enfermedad que le aqueja.
También es conveniente realizar una analítica rutinaria e incluso a veces otras exploraciones más sofisticadas, pero no como método diagnóstico, sino como una forma de descartar la existencia de otro tipo de alteraciones o anomalías que puedan prestarse a confusión (procesos tumorales, alteraciones metabólicas, cuadros infecciosos, etc.).
Por lo que respecta al tratamiento de la psicosis es en esencia de dos tipos: farmacológico y psicológico.
Desde esa fecha hasta el presente el panorama del paciente psicótico ha experimentado un profundo cambio. Así, de ser enfermos condenados al aislamiento tras los muros de los hospitales psiquiátricos o manicomios de forma casi permanente, pasan, gracias a los fármacos antipsicóticos, a poder hacer una vida “casi normal”, integrados en sus familias, e incluso realizando en algunos casos una actividad laboral limitada pero muy terapéutica.
Los antipsicóticos son medicamentos realmente eficaces, con efectos secundarios que nadie puede negar, pero capaces de proporcionar al paciente afecto de una psicosis, una mejoría clara de sus síntomas tanto de los positivos (ideas delirantes y alucinaciones) como de los negativos (embotamiento afectivo y autismo).
Por último, y por lo que respecta al tratamiento es en esencia de dos tipos: farmacológico y psicológico. El tratamiento farmacológico es el fundamental, surge en la década de los 50 y es la Clorpromacina (Largactil) el primero de todos los que en adelante constituirán el grupo de los llamados neurolépticos, antipsicóticos o tranquilizantes mayores.
Desde esa fecha hasta el presente el panorama del paciente psicótico ha experimentado un profundo cambio. Así, de ser enfermos condenados al aislamiento tras los muros de los hospitales psiquiátricos o manicomios de forma casi permanente, pasan, gracias a los fármacos antipsicóticos, a poder hacer una vida “casi normal”, integrados en sus familias, e incluso realizando en algunos casos una actividad laboral limitada pero muy terapéutica.
Los antipsicóticos son medicamentos realmente eficaces, con efectos secundarios que nadie puede negar, pero capaces de proporcionar al paciente afecto de una psicosis, una mejoría clara de sus síntomas tanto de los positivos (ideas delirantes y alucinaciones) como de los negativos (embotamiento afectivo y autismo).
En el momento actual las líneas de investigación están abiertas apareciendo, prácticamente casi a diario, nuevas sustancias más selectivas (con menos efectos secundarios) y con un poder antipsicótico mayor. De los clásicos “Largactil” (Clorpromacina) y «Haloperidol», se ha pasado a los modernos antipsicóticos, llamados “atípicos”, como son el Risperdal (Risperidona), Zyprexa (Olanzapina), Seroquel (Quetiapina), Zeldox (Ziprasidona), Abilify (Aripiprazol). Estos fármacos tienen menos efectos secundarios e interacciones y mayor acción sobre los síntomas más deteriorantes (negativos), lo que les hace preferibles para el manejo actual de las psicosis.
El panorama es realmente optimista. Pero no por ello se debe bajar la guardia ya que las psicosis siguen siendo, a pesar de los avances farmacológicos, enfermedades graves e incluso a veces peligrosas para el enfermo al que va minando desde un punto de vista global de su personalidad (es lo que los psiquiatras llamamos situación defectual) y peligrosas para su entorno, ya que pueden originar conductas absurdas que emanan de las ideas delirantes y de las alucinaciones que el paciente siente y percibe como reales aunque evidentemente no lo sean.
Por lo que respecta a los efectos secundarios de los antipsicóticos, aunque son medicamentos seguros y de relativamente fácil manejo poseen una serie de complicaciones que conviene conocer. También es importante matizar que los efectos secundarios no son iguales para todos los antipsicóticos ya que depende mucho del mecanismo de acción que tengan. No obstante, en líneas generales se puede afirmar que las complicaciones más importantes y frecuentes en su administración son las siguientes:
En resumen, los efectos secundarios dependen mucho del tipo de fármaco que se utilice, de la dosis y del tiempo que se lleve tomando. El efecto secundario más frecuente es la presencia de cuadros llamados “extrapiramidales”, similares a la enfermedad de Parkinson.
Este tipo de situación se controla con medicamentos como el Biperideno cuyo nombre comercial es el de Akineton. Los antipsicóticos atípicos (los más modernos) son en líneas generales mejor tolerados por el paciente, lo que origina un mejor nivel de cumplimiento y al final una mayor eficacia sobre la enfermedad.
A pesar de todos sus efectos secundarios los antipsicóticos o neurolépticos son medicamentos insustituibles en el tratamiento de las psicosis pudiendo ser de utilidad también en otras situaciones muy variadas como episodios de agitación, trastornos conductuales de la demencia, en el Delirium (situaciones de desorientación temporo-espacial y alteraciones del nivel de conciencia), en la manía, etc.