La Violencia de Género

La Violencia de Género

La violencia de género viene a colación estos días porque se ha levantado una agria polémica por la decisión de la Jueza de Verin al no ordenar la detención, ni tampoco acordar ninguna medida cautelar, sobre el “presunto” maltratador y después “presunto” asesino de la mujer con la que estaba casado. Un acúmulo de presunciones, de despropósitos, de contradicciones, pero sobre todo, una víctima más de violencia absurda, cruel y estéril.

 

Ahora cada uno defiende su postura. La Guardia Civil dice que había pedido la detención y el alejamiento. La Jueza contesta que nadie había detenido al sujeto y tampoco nadie le había puesto a disposición judicial. Como se dice coloquialmente: “el uno por el otro, la casa sin barrer”, eso sí, la víctima en el cementerio. Triste, muy triste, pero cierto y posiblemente inevitable, aunque, también, en cierta manera previsible. La violencia en el hogar, los malos tratos, la agresividad entre cónyuges es un problema de difícil compostura, complejo en su génesis y en el que seguimos sin darle la respuesta social adecuada.

 

Desde la perspectiva psicopatológica los malos tratos son la mayoría de las veces la punta del iceberg de unas relaciones conyugales patológicas. El agresor en mi experiencia tiene con frecuencia trastornos de la personalidad cuando no auténticas enfermedades mentales como la paranoia, el alcoholismo, trastornos de la impulsividad, incluso hasta psicosis. La maltratada acaba teniendo, tras soportar años de agresiones y malos tratos, cuadros depresivos, ansiedad, miedos patológicos y desequilibrios conductuales que es lo único que, a la postre nos puede explicar su aguante y sumisión.

Ante este panorama dar como principal y a veces única solución una respuesta judicial es ridículo e ineficaz. El código penal no puede entrar en la mente humana. No puede modificar comportamientos enfermizos y patológicos, donde las ideas de celos, de posesión, de fuerza, de autoridad, son con frecuencia, sino delirantes, si al menos sobrevaloradas y obsesivoides. En muchos casos vemos como tras la agresión, el sujeto se suicida o lo intenta. En otros observamos una reincidencia y contumacia enervante, que deja en entredicho las penas y su función rehabilitadora.

 

La agresividad y la violencia del fuerte sobre el que es más débil físicamente es un hecho desgraciadamente frecuente y nada nuevo. Los malos tratos no se han inventado en este siglo, es un lastre que llevamos soportando desde el origen de la humanidad. Lo nuevo es el conocimiento social que ahora tenemos que nos puede a hacer pensar que estamos ante una plaga, cuando no es otra cosa que un mal endémico fruto de una mala educación, de una apología machista y, también, nos guste o no, de un desequilibrio mental.

 

Dicen algunos que solo un mínimo porcentaje de los agresores son “trastornados” y que la inmensa mayoría son sólo sujetos “desalmados y perversos”. Yo creo, y los datos epidemiológicos parecen confirmarlo, que es justo al revés. Hay unos pocos “malos” y “muchos” enfermos. Enfermos de la afectividad, de los impulsos, del pensamiento, de la inteligencia. Y para ellos, además del código penal, es mucho más útil y eficaz el tratamiento médico farmacológico y el tratamiento psicoterapéutico rehabilitador. Si lo que se quiere es hacer justicia y disminuir el riesgo hay que ir a las causas y no quedarse solo en los síntomas. Los médicos lo tenemos muy claro.

Comparte en tus Redes
No Comments

Post A Comment