Psiquiatría clínica

El perfeccionismo y la cultura del éxito

Podemos decir que hoy hay un sentimiento generalizado en el que, por un lado, la presión académica y las altas expectativas entre los adolescentes y jóvenes son tan elevadas, que las tasas de “ansiedad” en esta población cada vez es más preocupante.

Por otro lado, se constata también como, tras esos esfuerzos para graduarse y hacer una necesaria especialización a través de títulos propios u oficiales de master de experto, especialista, etc., los puestos de trabajo que hay en el mercado laboral, no se correlacionan con la inversión realizada, lo que lleva a que este colectivo de personas muy jóvenes y sin experiencia profesional, tenga una frustración cada vez mayor.

En encuestas realizadas entre los padres de estudiantes Universitarios (Wallace 2019), aun reconociendo que una buena formación académica es esencial para obtener un buen futuro profesional, también expresaban una ambivalencia entre las exigencias que debían soportar sus hijos y los logros profesionales realmente obtenidos.

Estos y otros datos de sumo interés están publicados en libro Never Enough: When Achievement Culture Becomes Toxic—And What We Can Do About It, (2023), que rápidamente se ha convertido en un éxito de ventas. En este manual se observa y describen a la gran cantidad de padres “atrapados” en la misma cultura de logro excesivo en la que sus hijos están metidos.

Aunque la “ambición sana” es motivadora y necesaria, si se traspasa una línea, produce efectos muy negativos en la salud del sujeto generando una hipervaloración por el rendimiento académico y por la perfección, dando lugar todo ello a un contexto de competitividad constante y a una “cultura toxica del estudio”, de tal forma que la autoestima está en función exclusiva de los logros externos que se obtienen.

El mayor éxito es conseguir el equilibrio emocional y paz mental, esto es, poseer salud, ya que sin salud integral es imposible ser feliz. Con frecuencia se confunden éxito y felicidad, y aunque hay puntos en común es un craso error hacerlos equiparables. El éxito es lograr unos objetivos o metas que nos hemos propuesto, mientras que la felicidad es saber y “poder” valorar lo que se ha conseguido. Por eso hay cada vez más personas infelices. Unos por que no saben hacerlo (inmadurez) y otros porque no pueden (enfermedad psíquica).

El plantearse metas es saludable y necesario, pero la frustración intensa ante la adversidad o ante los fracasos es inmadurez y fata de bienestar. Nos viene al pelo lo que dice el filósofo Agustín de Hipona: “No es más rico quien tiene más, sino quien necesita menos”.

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José Carlos