El parricidio de Elche, o mejor dicho de la pedanía de Algoda que es donde realmente se ha producido, es un tema complejo desde la óptica técnica y desde la percepción humana brutal. En mi opinión, como psiquiatra y forense, creo que el menor de 15 años que “ejecuto” a sus padres y a su hermano sufrió una severa distorsión de la realidad (permítanme la licencia si le llamo “locura temporal”), derivada de su obsesión con los videojuegos.
Este adolescente a pesar de su apariencia de salud, vamos sabiendo que tenía una mas que probable adicción a los videojuegos, y ante la convicción, casi delirante de no poder «soportar» el quedarse sin su «droga», creyó que la partida no se había acabado y siguió matando como lo hacia en su entretenimiento favorito. La realidad se mezcló con la ficción. Es lo que llamaríamos medicamente PSICOSIS REACTIVA BREVE y lo que los juristas denominan Trastorno Mental Transitorio (Código Penal art. 20).
Cuando se analiza desde la óptica criminológica el «iter criminis», lo primero que llama poderosamente la atención es la descripción de los hechos que hace el propio menor y autor de la matanza: “primero mate a mi madre de un tiro”, “luego para que no me delatara, dispare a mi hermano” “y mas tarde esperé a que mi padre llegara y le dispare y le volví a disparar (estaba sangrando) para que se callara”. Estas acciones denotan, cualquiera lo puede observar, una frialdad y un alejamiento emocional extremos, que conmueven, que nos desconciertan, incluso nos estremecen. Actitudes propias de un psicópata de manual, pero eso sí, llevada a cabo por un adolescente de tan solo 15 años, sin que existan aparentemente conductas previas de tipo psicopático, ni que dejaran entrever un posible e incipiente trastorno de personalidad de tipo antisocial.
En una reconstrucción no judicial (está bajo secreto sumarial), sino meramente descriptiva y según lo que publican los medios, los hechos se producen esquemáticamente de la siguiente manera. La madre del menor, ante el fracaso escolar y una afición excesiva y desmesurada de este a los videojuegos, amenaza a su hijo con un castigo; ¿cuál ?: “te quito el móvil y el wifi”, creyendo que iba a aceptar la corrección y que de esta forma la conducta del menor se iba a corregir y problema resuelto.
Pero la madre, por lo que lamentablemente hemos visto, era desconocedora por completo del nivel de dependencia real que su hijo tenía a los videojuegos, y parece que tampoco era consciente (algo mas comprensible) de la posibilidad de que su hijo de 15 años tuviera una reacción brutal y cruel como la que tuvo y que acabo con la vida de 3 personas.
La respuesta del menor es desmedida, insólita, inesperada y claramente patológica, por mucho que se invoque la maldad como elemento causal. El susodicho ejecuta a su madre, a su hermano (al que persigue hasta darle caza) y después al padre (esperando su llegada y rematándolo por que seguía con vida).
Mas tarde los apiña en un cobertizo próximo dedicado a guardar los aperos de labranza y tractores, ya que poseían una parcela en la que cultivaban naranjos. Convive con los cadáveres durante mas de 3 días jugando a los videojuegos según nos dicen de forma compulsiva. Además, disimula lo ocurrido inventándose un COVID para no ir a clase, e incluso llega a suplantar a la madre en su watshapp en un intento pueril de justificar su ausencia.
Una planificación criminal, sin duda, propia de un psicópata, aunque un tanto absurda e ingenua, ya que mas pronto que tarde se descubrirá todo lo ocurrido y la responsabilidad caerá sobre él menor autor del crimen.
Todo el relato parece el de una película de “mentes criminales” que tanto impacto han tenido en los aficionados al genero televisivo de terror. Pero lo grave es que esta vez ni estamos ante una ficción, que los hechos ocurren realmente en un pueblecito del levante español, y que, una vez mas, la realidad supera con creces en crueldad, a la ficción televisiva.
Hemos oído ya a muchos expertos, pseudoexpertos y “todólogos”, pronunciándose y hablando de maldad y de adolescentes desalmados como explicación esencial a lo ocurrido. A ello, en los foros y redes sociales, se añade comentarios como: “lo hay que hacer es encerrarlos de por vida…, esto se arregla con mano dura…, la ley del menor no sirve y es una vergüenza…, es un cachondeo y a un menor le sale barato matar a tres personas…” y perlas similares. Explicaciones facilonas, simplistas, demagógicas, y en el mejor de los casos, alejadas de los criterios psiquiátrico-forenses, para entrar en otros de tipo moral y filosófico. Desde mi perspectiva profesional me parece interesante resaltar algunas cuestiones.
Por un lado, nos encontramos con una realidad social compleja, en la que muchos padres no saben educar “saludablemente” a sus hijos. No los conocen, además tampoco saben comunicarse con ellos, ni creo que se esfuerzan mucho en hacerlo, alegando cansancio y trabajo. Hay padres que llegan a convivir años con sus hijos bajo el mismo techo sin llegar a un conocimiento suficiente de los cambios fisiológicos que conlleva el paso de la niñez a la adolescencia y de las trasformaciones sociales que rodean a un menor hoy en dia.
En segundo lugar, me resulta triste e incluso patético ver cómo, a veces, y según discurran los acontecimientos, esos mismos padres lejanos, ausentes, hjiperocupados, un dia intentan imponerse “manu militari» para corregir un error o sacar al joven de su peculiar existencia. No afirmo, por que no tengo información suficiente, que este sea el caso de Elche, ni mucho menos, solo reitero lo que veo con cierta frecuencia en mi consulta de psiquiatría y que puede contribuir a explicarnos algunas conductas “inexplicables”.
En tercer lugar, y centrándonos en el tema de la educación escolar, se está produciendo desde hace tiempo un fenómeno alarmante. Los docentes se preocupan demasiado del “estado emocional, felicidad y autoestima” del dicente (alumno). Hoy, existe una educación tan permisiva que admite, por ejemplo, pasar de curso sin aprobar ni demostrar que se conoce la materia. Hoy no se prepara o entrena al joven para el sacrificio y el esfuerzo, pero si para dejarle claro que existen sobre todo “derechos”, que el merito y la capacidad son cosas del pasado, y que la vida es fácil y bella, todo ello muchas veces con la complicidad o anuencia de los padres, que son los primeros que rechazan las correcciones y el rigor cuándo las aplican los docentes sobre sus retoños.
Por último, tenemos, cómo no, unas «redes sociales» que atrapan al menor en lo más superficial y frívolo de la vida, todo ello sin ningún control parental. Lo paradójico es que los mismos padres que un día reprenden a su hijo si llega el caso por el uso excesivo del móvil, son los que, otro dia según les conviene, le animan a su uso en restaurantes, bares y celebraciones dándole al niño/adolescente ese mismo móvil o esa videoconsola para que “se entretenga”, sin establecer ninguna comunicación con ellos, dejando al infante horas y horas “comunicándose“ con la maquinita, entrando este a un mundo (internet) donde aprende lo fácil, lo inmediato, a veces lo delictivo, lo promiscuo, incluso lo ilegal, llegando el menor a tener un control absoluto de la situación, de la escena y de todo aquello que la “red de redes” le ofrece con ese sencillo, y a veces, muy peligroso “clic” de un enlace.
Es decir, a muchos niños y a adolescentes los estamos criando en un mundo de recompensas rápidas y donde solo hace falta mínimos esfuerzos para volar por un universo paralelo, ficticio, pero con apariencia de realidad, incrementando todo ello, a poco que haya una cierta predisposición biológica, la impulsividad, la intolerancia a la frustración y la huida de cualquier situación adversa o incómoda.
En fin, si además de un entorno como les acabo de describir (desestabilizador y patológico) existe un trastorno o anomalía genética (personalidad psicopática), la bomba está servida y el resultado puede ser cualquier barbarie como la que desgraciadamente hemos visto en la pedanía ilicitana de Algoda.
Quienes conocen a Santi, que es como se llama el menor asesino, aseguran que se trata de un chaval “tímido e introvertido”, aunque, por otro lado, paradójicamente, lo definen también como hablador y sobre todo sin ser portador de ningún rasgo anómalo llamativo de personalidad que lo caracterice.
De hecho, hay varios vecinos que lo definen como un «buen estudiante», aunque algo le debía haber pasado últimamente ya que había suspendido cinco asignaturas en el último trimestre. Cuando le preguntaban al menor por este cambio de actitud, la respuesta era ramplona y decía que le daba «pereza esforzarse”. Además, acababa de ser trasladado desde el instituto de La Torreta al nuevo centro “Periodista Vicente Verdú”, inaugurado el pasado 31 de enero.
Los investigadores creen que el dia de los hechos se produjo una fuerte discusión, y que el menor, sin mediar palabra, fue a buscar una escopeta de caza que su padre tenía guardada en la parte superior de la vivienda. La cargó y después pegó un tiro a su progenitora. A continuación, disparó también a su hermano, de diez años de edad, y después esperó pacientemente a que su padre llegase a casa. En cuanto este entró por la puerta, apretó el gatillo y completó el crimen. Toda su familia yacía muerta en el suelo. Los oculto y se cree que pasó los tres días siguientes jugando a los videojuegos, su gran y obsesiva afición.
Lo que los agentes que toman declaración al joven destacan y recalcan es «su frialdad y serenidad fuera de lo normal» durante el interrogatorio. También se sorprendieron de que «no expresase ningún tipo remordimientos» por el triple crimen que había llevado a cabo.
Las videoconsolas son capaces de distorsionar la percepción de la realidad en algunos jóvenes, donde a través de ciertos videojuegos estos realizan matanzas planificadas todos los días, sin emociones, con frialdad absoluta, siguiendo unas estrategias planificadas como si fueran mercenarios de alto nivel y de gran experiencia.
Nadie se extraña hoy de ver a chavales de edades diversas jugando horas y horas, sentados en “sillas gamer” de 100 euros mínimo, conectados entre ellos por wifi, siendo jaleados por sus amigos y dando patadas al suelo por la frustración de que le hayan matado a su muñeco virtual, o de que les hayan descalificado en el juego, donde atropellar y chocar coches, destruir objetos urbanos o vehículos o liquidar fiscamente al contrario dan puntos y méritos.
En algunos de estos videojuegos cuanto más se mata y mas agresivo se sea, más se gana. Además, en estas competiciones con otros iguales se deshumanizan todas esas acciones existiendo una serie de “tácticas” que permiten conseguir el ansiado premio. Todo un aprendizaje y entrenamiento para obtener ventaja y éxito.
En mi opinión profesional el adolescente de Elche ha podido sufrir un “cuadro psicótico” condicionado por el abuso de la tecnología y de los videojuegos, llegando a impedirle reconocer la diferencia entre el mundo virtual y el mundo real y sus consecuencias.
En ciertos videojuegos, se utiliza táctica y estrategia cuasi militar, de ahí que quizá, en lugar de premeditación y ensañamiento en la acción del menor, se pueda explicar su conducta como la puesta en marcha de una estrategia lúdica similar a la que usan en los videojuegos, esperando a un personaje al que se le tiene saña y que ha “hechos méritos” para recibir un severo castigo. El mejor escarmiento: acabar con él.
El bajón de los estudios del “buen estudiante” es un síntoma importante, significativo y a la sazón patológico. La frialdad emocional tan intensa, así como la ausencia completa de remordimientos abundan tanto en la psicopatía como en las psicosis. Quizá algo se le rompió en su mente, y quizá, solo quizá, esa ruptura pudo ser una transformación psicótica breve y brusca capaz de originar este fatal y sangriento desenlace.
La duda diagnostica que nos planteamos es si estamos ante un “aprendiz de psicópata” (no se puede por convenio hacer diagnósticos de trastorno de personalidad antes de los 18 años) o, si por el contario, nos encontramos ante un “trastorno psicótico de inicio precoz” en el que ha habido una perdida del contacto con la realidad derivado de la abducción psíquica que el videojuego haya podido originar.
Por un lado, la psicopatía se origina por una interacción de factores genéticos y neurobiológicos, facilitados o inhibidos por elementos socioculturales y de aprendizaje conductual. La base es genética, pero determinados ambientes pueden favorecer que el psicópata decida emplear una violencia inusitada y dar el paso a la acción criminal.
Por otro lado, si como venimos anunciando, estuviéramos ante un episodio psicótico, este podría ser reactivo a su “adicción a los videojuegos”, que le hizo creer enfermizamente que seguía jugando, sin ser consciente del todo, sobre todo durante la fase inicial de su acción criminal, que no estaba jugando a matar, sino que estaba realmente destruyendo vidas, las vidas de sus padres y de su hermano menor, victimas inocentes e inesperadas de su posible trastorno delirante. Se que esta es una hipótesis diagnosticada arriesgada que ni se puede objetivar, ni los “síntomas” encajarían claramente en los criterios diagnosticos internacionales al uso, pero lo absurdo, disruptivo, excéntrico e inaudito de la conducta nos impide descartar esta hipótesis.
Sea cual sea el diagnostico definitivo el resultado penológico final será que el asesino, al ser menor de edad, pasará un tiempo máximo de 8 años en un centro de internamiento para ser reeducado, no para ser castigado, ya que la jurisdicción de menores tiene como objetivo la rehabilitación del menor y no el castigo de la acción realizada.
Algunos piensan que ante este tipo de crímenes es imposible reeducar a nadie; otros creen que siempre es posible modificar conductas, sobre todo en personas tan jóvenes. No se debe generalizar se dice siempre, y quizá este tipo de hechos sea un buen ejemplo de ello. No hace poco ha salido a la luz mediática el llamado “asesino de la Katana”, que ha rehecho por completo su vida, tras unos actos de factura criminal similar a los observados en Elche.
Hay casos en los que se podrá curar una enfermedad, modificar un carácter, o apaciguar un impulso. En otras ocasiones la situación es mas compleja y la rehabilitación es muy difícil por no decir imposible, y dependerá del diagnostico final. Un psicópata no cambia, dicen los libros, la experiencia me dice lo mismo, pero debemos intentarlo, eso nos manda nuestra Constitución.
En el caso de Elche solo el tiempo y las exploraciones médicas y psicopatológicas serenas y prolongadas que se van a hacer, nos despejaran las incógnitas que tenemos sobre tal luctuoso y macabro suceso. Solo el tiempo, como casi siempre, pondrá las cosas en sus justos términos y podremos saber quizá las causas reales que el adolescente manejaba cuando concluyó el terrible “videojuego real” al que, a lo peor, creía estar jugando.