07 Ene La obesidad es, también, un problema de salud mental
En la actualidad se calcula que la obesidad afecta a 2 de cada 10 personas, y va en aumento por lo que, probablemente, en 10 años la padezcan 3 de cada 10. Estamos ante una enfermedad crónica que amenaza con convertirse en una pandemia global y en un problema de salud pública.
El sobrepeso al principio, obesidad mórbida más tarde, es una enfermedad compleja producida por múltiples factores: Genéticos, endocrinos, ambientales, psicológicos, trastornos del sueño, el estilo de vida, las emociones, ciertos medicamentos etc. que pueden interactuar entre sí y modificar la regulación del apetito, del metabolismo, de la composición corporal y de la distribución de la grasa.
La base de la obesidad está en desequilibrio en el balance energético, es decir, una descompensación entre la ingesta (cantidad y el tipo de alimentos que se consumen) y el gasto energético (actividad física, el metabolismo basal y el efecto térmico de los alimentos, es decir, la cantidad de calor que se genera durante la digestión y el metabolismo de los alimentos).
La obesidad provoca enfermedades físicas y afecta a la salud mental
Vivir con obesidad provoca limitaciones físicas importantes, afecta a la salud mental y está relacionado con más de 200 complicaciones de salud, como por ejemplo diabetes tipo 2, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, el colesterol alto, la apnea del sueño, la artrosis, enfermedades hepáticas (hígado graso), algunos tipos de cáncer, depresión y baja autoestima. La obesidad, por último, también reduce la calidad de vida y la esperanza de vida de las personas que la sufren.
Las dietas fracasan porque al intentar mantener la pérdida de peso, la resistencia biológica puede generar un aumento del hambre, una sensación de menor saciedad tras la ingesta (estar menos llenos) y cambios en el metabolismo, es decir, unos procesos que pueden ir en contra de tus esfuerzos de pérdida de peso (dietas yo-yo).
Pero la obesidad también origina un “sufrimiento psíquico” muy importante, siendo a veces causa y consecuencia, al crear sentimientos/complejos de inferioridad que acaban convirtiéndose en ansiedad patológica, depresión severa, trastornos alimentarios (anorexia-bulimia), alteraciones en la función sexual, entre otros.
Nuevos medicamentos contra la obesidad
Desde hace ya tiempo disponemos en el mercado farmacológico (aunque no financiados inexplicablemente por la sanidad pública) de una serie de medicamentos que consiguen unos excelentes resultados para reducir la obesidad. De todos los existentes destacan: Liraglutida (Saxenda), Semaglutida (Wegoby) de Novo-Nordisk, y el ultimo en aparecer que es Tirzepatida (Mounjaro), de Lilly, que es el más costoso (unos 300 euros por caja)
Todos ellos actúan disminuyendo la sensación de apetito y aumentando la saciedad, lo que facilita la adherencia a un plan de alimentación saludable y la realización de ejercicio físico. Son sustancias muy bien toleradas y cuando aparecen efectos secundarios suelen ser leves o moderados, en su mayoría de tipo gastrointestinal, y pueden ser manejados de forma sencilla. La administración habitual es en forma de inyectable intramuscular una vez por semana.
Los resultados que consiguen es una significativa pérdida de peso en el 23% de los casos, lo que nos sitúa cerca de igualar las pérdidas de peso que logran las cirugías bariátricas, que pueden llegar al 30%. No obstante, en medicina hay un viejo aforismo que reza así: “no hay enfermedades sino enfermos”, y ello es esencial tenerlo en cuenta al abordar el sobrepeso o la obesidad.
Salud mental y obesidad
Como psiquiatra veo en mi consulta personas con obesidad que a su vez presentan severos sentimientos, incluso complejos, de inferioridad derivados de su exceso de peso, lo que les produce un incremento de la ansiedad, que a su vez se intenta calmar con un aumento de la ingesta, sobre todo de azucares, y el circulo se cierra, consiguiéndose un efecto opuesto que es, por un lado, el aumento del peso, y por el otro un aumento de la ansiedad que se complica con depresión, dando lugar aun trastorno mixto depresivo/ansioso de difícil manejo.
Se olvida, incluso por los profesionales sanitarios, que la obesidad es una enfermedad compleja, crónica (insisto) y que en modo alguno es culpa del enfermo. Es desesperante y desolador para el paciente ver cómo, al tratar de mantener la pérdida de peso conseguida con dietas espartanas, con esfuerzo y con dureza, la resistencia biológica puede generar un aumento del hambre, una sensación de menor saciedad tras la ingesta (estar menos llenos) y cambios en el metabolismo, es decir, unos procesos que pueden ir en contra de tus esfuerzos de pérdida de peso.
Por último, quiero insistir en un aspecto importante, aunque no es sanitario: el precio de estos medicamentos. Precio que no es apto para todos los bolsillos, y que abre el debate sobre lo que algunos llaman «falta de equidad». El hecho de que la Seguridad Social no esté financiando (al menos de momento) ninguno de estas medicinas contra la obesidad supone una contradicción, ya que cualquier profesional médico sostiene que la obesidad es en realidad el origen de muchas de las causas de mortalidad o de tratamientos crónicos.
El problema surge cuando no se considera a la obesidad como cualquier otro padecimiento, dando lugar a una “culpabilización” de las personas obesas, que no ocurre con el resto. A nadie se le ocurriría culpabilizar a otro de sufrir un cáncer de colon por no haber tomado una dieta con suficiente fibra; ni tampoco a un fumador de tener cáncer de pulmón. Y mucho menos se les cobra el tratamiento. Con la obesidad ocurre algo similar a lo que acontece con las adicciones a sustancias, “son viciosos y punto, que no se droguen”.
Otro de los grandes problemas que han experimentado estos medicamentos (sobre todo el Ozempic) es la dificultad para encontrarlo en las farmacias, que llevan tiempo con listas de espera larguísimas; el Ozempic es el único que sí asume la Seguridad Social, pero solo y exclusivamente en el caso de los diabéticos tipo 2. Para contrarrestar la demanda, el mismo laboratorio Novo Nordisk sacó a la venta el Wegoby, que es exactamente igual, pero enfocado a personas con obesidad. En este caso, el precio es mayor que el de su ‘hermano’ Ozempic, y más parecido al del Mounjaro que fabrica el laboratorio Lilly.
Es obvio que, si el problema es complejo, la solución no puede ser sencilla. Resumiendo, las recomendaciones esenciales serian: aprender a comer sano (la dieta mediterránea de siempre es excelente), mantenerse activo en función de la edad /ejercicio diario como una hora de paseo a buen ritmo), cuidar la salud mental con esmero (somos lo que comemos) y dormir un tiempo suficiente (entre 7 y 8 horas). Pero si a pesar de ello no se consigue el objetivo usemos estos preparados que la investigación y la ciencia médica nos ha proporcionado.
No Comments