La fibromialgia es una enfermedad cuyo origen a fecha de hoy no está bien establecido, y en la que al parecer se implican factores causales muy diversos que van desde los genéticos, inmunológicos, neuroendocrinos hasta elementos de tipo ambiental como las dietas, el estilo de vida o los niveles de estrés.
Lo que sabemos con certidumbre es que la fibromialgia es una dolencia que afecta en España al 2,4 % de la población, siendo 10 veces más frecuente en mujeres que en hombres.
Hasta hace no muchos años a la fibromialgia se la consideraba esencialmente como una enfermedad psiquiátrica, un subtipo de depresión en la que existía como elemento diferenciador las llamadas “somatizaciones” (dolor muscular y cansancio extremo, sin causa orgánica).
En la actualidad la fibromialgia se la considera como una enfermedad sustancialmente reumatológica en la que influye de forma importante y directa el estrés, entendiendo como tal las situaciones vitales amenazantes para la estabilidad psíquica o física del sujeto.
Es una evidencia que la mujer que sufre fibromialgia está impedida para realizar una vida normalizada y no sólo por los síntomas de la enfermedad, sino también muchas veces por una cierta incomprensión social existente e incluso por los efectos secundarios de los propios medicamentos que debe tomar. La enferma de fibromialgia tiene dolor musculoesquelético, hipersensibilidad dolorosa, intenso cansancio y, todo ello, sin ninguna causa objetivable.
Estamos por tanto ante unos dolores muy intensos, pero sin poder decir cuál es la causa que los origina. Esta situación se lleva muy mal, no solo por la paciente, sino también por su entorno que, en muchos casos, cuando el tiempo pasa y los tratamientos no dan el resultado deseado, empiezan a dudar incluso de la existencia de la propia enfermedad.
La fibromialgia requiere un tratamiento complejo donde se entremezclan analgésicos (incluyendo derivados opiáceos), antiinflamatorios no esteroideos, (AINES) antiepilépticos, antidepresivos (de diversos tipos), ansiolíticos, hipnóticos, relajantes musculares y hasta terapias hormonales (estrógenos en parche). También son necesarias por supuesto terapias no farmacológicas como el uso de dietas sin gluten, suplementos dietéticos de magnesio, rehabilitacion o terapia ocupacional.
El resultado del tratamiento terapéutico de la fibromialgia lamentablemente no siempre es óptimo, existiendo recurrencias y agudizaciones, a pesar de que haya un cumplimiento correcto del plan de tratamiento. Esto desespera a la enferma y a su entorno, lo que complica todavía más la evolución de la enfermedad.
Es necesario ser generosos y comprensivos con este tipo de enfermos, no dudar de su dolencia y asumir que, aunque no exista una causa que con los medios de exploración actual podamos demostrar, los enfermos ni simulan, ni mienten, ni exageran. Estos pacientes solo intentan llevar de la mejor manera que pueden una enfermedad no bien conocida, y quizá por ello muy desacreditada.