El debate de los candidatos a la presidencia de los EEUU fue clarificador, lo seguí atentamente, e inevitablemente salió mi vena psiquiátrica, parecía una sesión clínica de las que hacemos en los hospitales, más que un debate a la presidencia del país más poderoso de la tierra. Y eso que se nos ha llenado la boca de decir que el señor “Putin era un paranoico con delirios de megalomaníacos”. “Cosas veredes, querido Sancho”.
En mi opinión profesional el actual presidente, el señor Biden, presentaba el dia del debate televisado, claros y evidentes signos y síntomas de un deterioro cognitivo, es decir de lo que se conoce como una demencia incipiente, con pérdida de concentración y de atención importante, afasia (Pérdida de capacidad de producir o comprender el lenguaje, debido a lesiones en áreas cerebrales especializadas en estas funciones), discurso perseverante, dificultades en el lenguaje, rigidez motora (quizá derivada de un tratamiento que ya debe llevar). Estamos ante un problema para la persona que lo sufre, y en este caso, lo peor y más grave, para el resto de la humanidad.
Estoy seguro que ya habrá pasado una serie de pruebas neuropsicológicas, y que sus médicos lo tienen claro, pero la política y el poder es tan cruel y obsceno, que sacaron al “corderillo” sabiendo que lo exponían ante el león, y que este se lo iba a comer. Todo vale, una vez más, para mantener el poder, quizá no tanto del individuo, sino del lobby poderoso que lo apoya y que ha invertido mucho dinero en tal lucrativo negocio.
Alguno pensara, y no sin razón que hacer diagnósticos por un debate televisivo es inadecuado y en cierta manera presuntuoso. Les anticipo ya desde ahora que yo no hago ningún diagnóstico, solo apunto y sugiero una posibilidad, que desgraciadamente veo en mi consulta con harta frecuencia y que muchos colegas hemos comentado, eso sí, como dicen los medios de comunicación “Off de record”, es decir a escondidas.
Pero en el otro lado, el contrincante tampoco es un dechado de salud mental. Se le ha seudiagnosticado de casi todo, en principio cuando salió elegido para su mandato presidencial.
Con mucha probabilidad estamos ante un Trastorno de la personalidad cluster B, es decir un narcisista con rasgos histriónicos acentuados y una suspicacia mal disimulada. No muy apropiado tampoco para dirigir los designios de EEUU, y por ende, los del mundo entero.
El panorama es desalentador porque nos afecta directamente. Pensar que estos son los candidatos de un país tan importante mundialmente, que pueden destruir este mundo, nos debería hacer temblar. A su lado, los que tenemos en casa son “pecata minuta”, aunque también tengan su psicopatología, pero al menos su poder de mandar el mundo a la nada, es minúsculo o, incluso, inexistente, pero eso si, nos pueden amargar mucho nuestro dia a dia.