¡Vete al médico! o lo que en el fondo quisieron decir: ¡ESTÁS DE PSIQUIATRA!
Ese ha sido al parecer el comentario de un Diputado en el congreso cuando otro diputado pretendía abordar el tema de la salud mental y del aumento de psicofármacos, al sustituir estos la carencia evidente de equipos de salud mental.
El diputado se quejaba del incremento tan notable de ansiolíticos y antidepresivos que se ha producido en los meses previos y lo ha fundamentado en la carencia de profesionales de la psicología en la red sanitaria publica, cosa que es cierta, lo que quizá se le olvida es que la tasa de psiquiatras es también muy deficiente (tenemos unos 10/100.000 habitantes y debería haber 18).
La reacción de parte del hemiciclo no ha podido ser peor, risas, bromas y como colofón la frase de marras. Parece que sus señorías, algunos al menos, o no entendían lo que se decía, o no les interesaba entenderlo, o le han dado una interpretación excesivamente rebuscada.
Lo que quería probablemente expresar el Ilmo. Sr. Diputado al lanzar desde su bancada ese lamentable comentario, era que lo que estaba exponiendo el otro diputado (e que estaba en el uso de la palabra) era algo “banal” “irrelevante”. Pero lo que ha conseguido es crear una indignación general y levantar polémica, aunque será cosa de dos días, ¿A quien le importa de verdad la enfermedad mental?
Estoy seguro que, sin pretenderlo, el diputado con su elocuente frase estaba volviendo a estigmatizar, una vez mas, a la enfermedad mental y con ello a los enfermos, familiares y sanitarios que nos dedicamos a su prevención y tratamiento.
Me entristecen mucho este tipo de expresiones por que traducen algo que subyace en la sociedad: el enfermo mental es diferente. Y eso además de poco científico desde la óptica sanitaria, es injusto, profundamente injusto desde la perspectiva social.
La frase emitida por Su Señoría, no es en si misma grave, solo tosca y carente de rigor. Lo peor, insisto, es que traduce un estado de opinión, que por desgracia no es solo de ese Diputado, sino que es compartida, en silencio eso si, por una gran parte de la sociedad, que ve en los trastornos psíquicos unas enfermedades “muy peculiares”.
Los trastornos psiquiátricos son la cenicienta de la sanidad a pesar de que, por su abultada frecuencia, por el intenso sufrimiento personal y social que producen, por los elevados costes económicos que conllevan, deberían recibir, aunque solo fuera por mero egoísmo y sin hablar de justica, un mejor trato político y social.