El trastorno de pánico o trastorno de angustia es una enfermedad neuroendocrina y neuroquímica que produce unos síntomas tan alarmantes que con frecuencia el paciente suele acudir a los servicios de urgencia.

La persona (más frecuentemente mujer), que presenta un ataque de pánico percibe de forma abrupta un miedo intenso con sensación de muerte o de pérdida de la razón. Además de ese malestar psíquico tan intenso se produce una sintomatología denominada neurovegetativa cuyos síntomas más llamativos serían los siguientes:

La situación que se produce es tan incómoda y desconcertante que el paciente se siente bloqueado, incapaz a veces hasta de moverse. Como ya hemos dicho, los síntomas le alarman tanto que acude a un servicio de urgencias a ver si encuentran la causa de su malestar. Una vez allí, y tras someterle a diversas exploraciones, le dicen la frase, para el/ella horrible, “tranquilo/a, no tiene nada”; son sólo nervios”, le suelen dar un tranquilizante… problema resuelto y a casa.

Todo ello lejos de conseguir una mejoraría produce en la persona un mayor malestar y desconfianza, ya que los síntomas son tan evidentes que acaba pensando que los médicos se han equivocado, que no le han explorado bien y que no puede ser que no tenga nada, ya que sus sensaciones son de extrema gravedad. En cierta manera lo que piensa el enfermo es cierto, se han equivocado al manifestarle que no tiene nada.

Decirle a un paciente con un trastorno de pánico que no tiene nada no solo es inadecuado, sino que también es erróneo. No tiene ninguna patología cardiaca, ni respiratoria, ni renal, ni corre peligro su vida como él cree, ni tampoco va a perder la cordura. Pero si tiene una enfermedad, una enfermedad en la que existen alteraciones en los neurotransmisores, en las hormonas (cortisol) y en los receptores neuronales, que son en definitiva las responsables de los síntomas que sufre.

La ansiedad/angustia puede ser una reacción ante un peligro, ya sea este real o no. Cuando el peligro no es real, sino que esta producido por un pensamiento o una creencia personal desmesurada o errónea, es cuando hablaremos realmente de la enfermedad angustia-ansiedad-pánico. Por ejemplo, es muy frecuente que se produzca angustia ante el temor de que el paciente sufra una enfermedad, o ante la creencia de que va a perder el control y hacerle daño a un familiar, o ante ciertos espacios pequeños (ascensor) o, también muy grandes y concurridos (grandes almacenes.

El tratamiento del trastorno de angustia es, en esencia, de dos tipos. Por un lado, farmacológicamente se debe tratar con ansiolíticos (Alprazolam, Lorazepam). También son muy útiles los antidepresivos I.S.R.S., tipo Escitalopram, Paroxetina o Sertralina.

En segundo lugar, han demostrado gran utilidad las terapias psicológicas de tipo cognitivo, estas precisan de un tiempo más prolongado para que surtan efectos, y sobre todo de que la fase aguda haya remitido.

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José Carlos Fuertes

Doctor en Medicina Especialista en Psiquiatría. Profesor Extraordinario de la Universidad de Zaragoza.

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José Carlos Fuertes