Divorcio Contencioso

El divorcio contencioso es la denominación técnica no amigable de poner fin a un matrimonio, ya que los intereses de ambos cónyuges difieren y estos no han sido capaces de llegar a un acuerdo por si solos. Por ello, deben acudir a los jueces y tribunales para sean estos quienes, a través de sus resoluciones, establezcan las medidas que se tendrán que adoptar para disolver la sociedad matrimonial.

Uno de los problemas mas importantes en este tipo de divorcios son los hijos, ya que estos acaban siendo, no sólo los mayores perjudicados por las discrepancias de los padres, sino que con excesiva frecuencia son también utilizados por uno u otro bando  para dañar, manipular o coaccionar al otro progenitor, que a estas alturas de la «película» es ya un enemigo.

 

El divorcio no debería ser una batalla, sino una forma civilizada de finalizar una relación.

 

Los psiquiatras forenses vemos por desgracia casi todos los días en nuestras consultas este tipo de situaciones, donde acuden unos y otros buscando ayuda para intentar reconducir la situación a su favor, o, también, para realizar reconocimientos a los menores, con el objeto de limitar o modificar la guardia y custodia establecida.

El espectáculo es triste, a veces muy triste, ya que el menor es manejado como si fuera un ariete para reducir o anular las defensas del contrincante. La pugna llega en ocasiones a tal punto que se producen todo tipo de estrategias para manipular no sólo al menor, sino también al médico que pretende actuar con objetividad, imparcialidad y mesura.

 

Los hijos no deberían pagar en ningún caso los errores de los adultos.

 

Los que nos dedicamos profesionalmente como psiquiatras forenses a la realización de pericias, no nos resulta extraño ver como un divorcio acaba convirtiéndose en una batalla, en donde el objetivo esencial ya no es conseguir la separación, sino hacerle al otro el mayor daño posible, aunque para ello se tenga que perjudicar también a los hijos, que se transforman en damnificados colaterales de una guerra que no es suya, pero que les afecta injusta y cruelmente de forma directa.

Cuando la convivencia de una pareja es imposible o extremadamente difícil lo mejor es interrumpir la relación, eso no admite muchas dudas. Pero la suspensión de la convivencia debería hacerse siempre de una forma sensata, elegante, civilizada y sin acritud. Así se debería proceder, pero la realidad tozudamente nos dice justo lo contrario. En esos momentos se olvida el respeto, la consideración y hasta la cordura. Todo vale para salirse cada uno con la suya, y en ese “todo” muchas veces entran también los hijos.

Mi recomendación a los padres siempre es la misma. Que intenten por todos los medios reconducir la situación y llevar las cosas de forma civilizada. Tristemente tengo que reconocer que en la mayoría de los casos no lo consigo y me convierto en un testigo privilegiado de lo irracional y mezquino que el ser humano a veces puede llegar a ser.

 

El daño en la salud mental de un menor en un divorcio contencioso

puede ser muy importante.

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José Carlos Fuertes

Doctor en Medicina Especialista en Psiquiatría. Profesor Extraordinario de la Universidad de Zaragoza.

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José Carlos Fuertes