¿Trastorno mental o problema de educación? A veces no es tan sencillo como a primera vista puede parecer establecer las diferencias entre lo uno y lo otro, y eso es así por diversas razones.
La adolescencia es una edad compleja donde existe con cierta frecuencia una “tormenta emocional y hormonal” que puede alterar la conducta e inducir a confusión. Además, en la adolescencia la influencia del entorno es mucho más intensa, ya que en esta etapa vital el individuo es más influenciable y sugestionable. Por último, el adolescente necesita romper el “cordón umbilical familiar”, y para ello lo que hace es identificarse con otros grupos (tribus) para de esa forma percibir su propia identidad.
Si buscamos en las clasificaciones internacionales existen una amplia y variada gama de alteraciones y trastornos psíquicos que son específicas de la etapa infantojuvenil, son los incluidos genéricamente en el manual de clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS: Trastornos del comportamiento y de las emociones de comienzo habitual en la infancia y adolescencia. En este amplio epígrafe tenemos trastornos tan variados como:
Como vemos la lista es muy amplia, quizá excesivamente para un profano, describiéndose una gran cantidad de anomalías por las que en muchos casos será necesario recibir un tratamiento más o menos continuado.
Por otro lado, la educación familiar actual es excesivamente permisiva y los límites que se le establecen a un niño o adolescente no son claros, e incluso, en muchos casos, no existen. Hoy predomina en exceso la búsqueda del placer, incluso hay jóvenes que creen tener “derecho” a la felicidad, como si esta fuera algo que uno puede adquirir o comprar a su antojo y según el poder adquisitivo que se tenga.
Hoy los menores están hiperprotegidos, cuidados y mimados en exceso. El sufrimiento como forma de maduración no se acepta ni por ellos, ni tampoco por sus propias familias. Hay que facilitarles el camino y ayudarles a conseguir lo que se propongan, aunque ello conlleve sacrificios inadecuados o excesivos.
Además, con frecuencia se lanzan comentarios y tópicos como: “querer siempre es poder”, posiblemente tan bien intencionados como erróneos. Existe un “buenismo” generalizado, que, paradójicamente, se da de bruces con la dura, y muchas veces, cruel realidad que cada día nos llega a través de los medios de información.
Para establecer la diferencia entre una enfermedad mental y un error educativo, lo más adecuado y también lo más eficaz, es hacer una valoración médica y psicológica por profesionales competentes. No se trata de ir al médico ante el más mínimo altercado o disfunción, pero tampoco dejar pasar el tiempo ante un conflicto relacional o educativo, pensando que “el tiempo todo lo soluciona”.
A efectos prácticos y en un intento de prevenir la creación de alteraciones psíquicas en la infancia y adolescencia y proporcionar una educación saludable, lo recomendable en nuestra opinión seria lo siguiente:
Viernes y sábado 2-3 de marzo en la @unedilles Curso on line o presencial.